Biografías
lecto-escritoras
Figura 1. Pensador
Fuente:
123 RF
En este ensayo pretendo tejer un
diálogo histórico y biográfico que permita a grandes rasgos conocer el
surgimiento de la lectura y la escritura, para luego articularlo con las
diferentes dinámicas, escenarios y actores que han estado presentes en el acercamiento
a la cultura escrita de las personas; entendiendo desde esta perspectiva la
lecto-escritura como una práctica mediada por experiencias que se enmarcan desde
aspectos sociales, políticos, históricos y culturales que se tejen en lo subjetivo,
pero que se construyen en lo colectivo.
Desde este punto de vista me cuestiono sobre ¿cuáles han sido esos
escenarios en los que las personas se han acercado y relacionado con la cultura
escrita?, ¿qué actores han intervenido? y ¿en qué contextos se han llevado a
cabo dichos procesos? Por medio de estos cuestionamientos busco comprender cómo
el aprendizaje de la lecto-escritura y las formas como nos hemos acercado o
alejado a esta práctica, hacen parte importante de los recuerdos que acompañan
nuestra biografía. Recuerdos cargados de momentos satisfactorios o frustrantes que
han sido determinantes en nuestra experiencia y posterior aproximación con el
mundo de las letras.
Comencemos por tener en cuenta que la
historia indica que desde hace más de 5,000 años la lectura y la escritura
fueron creadas por el hombre con el ánimo de conservar y transmitir sus
experiencias a las nuevas generaciones, en este sentido Ariel Gutiérrez (2009)
menciona que “leer es tan antiguo como el acto de escribir, tanto la lectura y
la escritura fueron creados por el hombre para conservar los conocimientos
adquiridos como fruto de sus experiencias y poder comunicarlos y transmitirlos
a las generaciones venideras, y así poder sobrevivir a los peligros que continuamente
le asechaban” (p.31).
Seguida
a esta intensión de conservar y transmitir conocimientos se suma la necesidad
de ordenar y plasmar las ideas que se generan en el pensamiento y que se
transmiten en la oralidad, dando paso a lo que conocemos como texto, pero ¿qué
podemos entender cómo texto? y ¿cuál es su relación con el habla? Preguntas que
al parecer son simples, pero que plantean una complejidad en la manera en que
la oralidad se vuelve escritura. Con relación a lo anterior Paul Ricoeur (2001)
en su ensayo titulado De la hermenéutica
de los textos a la hermenéutica de la acción, menciona que “la escritura no
agrega nada al fenómeno del habla, a no ser la fijación que permite
conservarla; de allí la convicción que la escritura es una habla fijada, y que
la inscripción asegura al habla su duración gracias al carácter de la imagen; el
texto es un discurso fijado por la escritura” ((p.128).
Desde el terreno de lo biográfico, cuando las
personas evocan la manera en que se acercaron a los proceso lecto-escritores,
es frecuente escuchar múltiples experiencias que han quedado presentes en la
memoria, cargadas de sucesos, personajes y lugares; experiencias que se han
transformado en recuerdos gratos o desagradables que marcaron la enseñanza de
las primeras letras en la infancia. Para muchas personas, el acercamiento al
mundo de lo escrito estuvo permeado por una serie de vivencias que se relacionan
con experiencias en las que intervienen múltiples escenarios, actores y
contextos. Con relación a lo anterior Joelle Bahloul (1998) afirma que “la
lectura como práctica cultural responde a las complejas circunvoluciones de la
biografía socioeducativa, socioprofesional y familiar. En este sentido se
entiende por escenarios de lectura al
conjunto de las condiciones sociales producto de la historia familiar,
socioprofesional y educativa de los lectores” (p.23).
Durante el tiempo en el que he trabajado en
diferentes procesos educativos relacionados con niños y niñas, me he cuestionado
sobre la manera en que los adultos entendemos el universo infantil, pues con
frecuencia los vemos como actores pasivos en su desarrollo a quienes se debe
orientar en los diferentes conocimientos y habilidades que les harán parte de
las dinámicas sociales futuras; se trata desde esta perspectiva de prepararlos
para las múltiples funciones de la vida adulta. Con relación a lo anterior Corsaro
(2005) menciona que “los niños no están simplemente internalizando las sociedad
y cultura, sino que también contribuyen activamente a la producción cultural y
el cambio” (p.11). Planteamiento que nos lleva a reevaluar la forma en que asumimos
a los niños y niñas, para entenderlos como actores importantes en los
diferentes procesos sociales, y culturales.
Dando continuidad a los planteamientos
teóricos relacionados con la importancia de las contribuciones de los niños y
niñas, Qvortrup (1991) plantea que “la infancia es una forma social y los niños
son co-constructores activos de sus mundos sociales” (p,12). Este argumento
reitera la necesidad de plantear acciones educativas, sociales y culturales que
contemplen la infancia como un proceso de desarrollo en el que el individuo hace
parte activa de dicha construcción.
Para muchas personas la escuela
primaria fue uno de los primeros lugares en los que se tuvo acceso al mundo de
lo escrito, en este contexto las prácticas de lecto-escritura han estado mediados
por el intento de alfabetización de los docentes, con el afán de enseñar a los
niños y niñas, las principales habilidades que se consideraban necesarias para
la vida; en este escenario el aprender a leer y escribir, se limitaba a realizar
acciones repetitivas, y a emitir sonidos carentes de sentido, interés y practicidad. En
este sentido el aprendizaje de la lecto-escritura en el contexto escolar se ha
caracterizado por el reconocimiento de los códigos alfabéticos, el método
silábico y la memorización de fragmentos y contenidos, donde la cartilla de
texto, y la tarea escolar asumen un papel protagónico en la enseñanza de las
primeras letras; protagonismo que continua presente en las prácticas
pedagógicas de la actualidad donde los
maestros carecen de estrategias que permitan adentrar a los estudiantes a la
cultura escrita desde el disfrute y la imaginación.
Culminando con el recorrido propuesto al inicio de este texto, resulta
necesario reconocer el contexto familiar como un lugar en el que confluyen
múltiples experiencias, históricas, sociales y culturales, en este sentido es
importante comprender cómo en las biografías familiares y en las relaciones
afectivas que allí se establecen, también se vivencian diferentes escenarios
que han sido determinantes para la práctica lecto-escritora de los sujetos. Relacionado
a lo anterior Poulain (2011) menciona que “los padres son los compañeros
indispensables de la escuela en la introducción del niño al universo de lo
escrito” (p. 197). Lo anterior permite también reflexionar en torno a las
diversas formas en que la familia y la escuela se han encargado de distanciar la
práctica lectora de los intereses de los niños y jóvenes, desconociendo las
diversas formas y maneras en la que los sujetos se acercan al mundo de los
escrito, aún más, si se tienen en cuenta los avances de las nuevas tecnologías
en las que los textos se encuentran en diferentes formatos y que permiten
interactuar de manera inmediata en el mundo de los escrito.
Concluyendo con los planteamientos de este
texto y con relación a las preguntas planteadas al inicio, resulta interesante
comprender la manera subjetiva y colectiva en que las personas se acercan a la
práctica lecto-escritora desde diferentes escenarios que están continuamente
permeados por aspectos sociales, culturales, políticos, históricos y
económicos, y como estos hacen parte de su biografía de vida.
Referencias
* Bahloul, Joelle.(1998). Lecturas precarias. Estudio
sociológico sobre los “pocos lectores”. México.
Fondo de Cultura Económica.
*
Corsaro, William (2005). Collective action and agency in young
children’s peer cultures. Department of Sociology Indiana University,
Bloomington USA.
* Poulain,
Martine (2011). “Una mirada a la sociología de la lectura”. En Perfiles Educativos, vol XXXIII, núm,
132, 2011, pp. 195-204. Recuperado de: http://redalyc.org/articulo.
*
Ricoeur, Paul (2002). “Qué es un texto?; “El modelo de texto: la acción significativa
considerada como texto. En Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II
(pp.127-196). México: Fondo de cultura económico.